El
pasado sábado el Teatro José María Rodero acogió la gala de clausura y entrega
de premios del XVI Certamen Nacional de Teatro para Directoras de Escena
“Ciudad de Torrejón”. “Palabras” de Agurtzane Intxaurraga y Hika Teatroa se proclamó como la
gran vencedora al obtener tanto el
Primer Premio como el Premio del Público. El segundo fue para “Cartas de
las Golondrinas" de Blanca del Barrio, mientras que el tercero se entregaba a
Tokio 3, de Marta Pazos y el grupo Voadora, que será la compañía residente en
la Caja del Arte durante un año.
En
Grupo Hostal tuvimos la oportunidad de colaborar con este evento y asistir
también a dos de sus representaciones. “Tokio 3” y “Palabras”. De la primera ya
os dimos buena cuenta la semana pasada y de la segunda nos atrevemos a
compartir ahora un pequeño comentario con vosotros y esperamos que hagáis lo
mismo si pudisteis disfrutar de ella.
Nada
más sentarnos en la butaca del teatro nos vuelve a sacudir la misma mala
sensación que nos llevamos en la inauguración del certamen: demasiadas sillas
vacías. Quizá sea falta de publicidad o precios que lamentablemente no todo el
mundo puede permitirse, pero lo que está claro es que no podemos echar la culpa
al vecino. Porque a los vecinos de Torrejón (y alrededores) nos gusta el
teatro. Por eso aplaudimos hasta que nos dolieron las manos y nos pusimos en
pie emocionados ante la genialidad de una representación sencillamente
perfecta.
“Palabras”
pone sobre la mesa la realidad del maltrato, su gestación y consecuencias para
una mujer desdoblada en tres momentos de su vida: la joven, que enamorada de
los susurros de su pareja se niega a ver el lobo bajo la piel del cordero, la
adulta, que una vez aceptada su realidad se culpa de no haberla evitado a
tiempo y decide enmudecer, y la anciana, que enloquecida por la tragedia ha
olvidado que alguna vez amó a un hombre.
Junto
a estas tres mujeres un sólo hombre. Una persona que utiliza las palabras para
herir a su mujer, alejarla de su familia y amistades y encadenarla a él. Y a su
destino. Un trágico futuro que se ceba especialmente con su hijo, representado
con una marioneta de madera al que Agurtzane Intxaurraga consigue dar vida como
si del mismísimo Geppeto se tratara.
La
superposición de tiempos en escena y la encarnación y convivencia de un mismo
personaje en diferentes momentos de su historia deja entrever sutilmente el irremediable
desenlace del drama. Silencio en la sala. No hay palabras para describir el
estado de ánimo de un público conmocionado ni tampoco para dirimir
responsabilidades. Pero vamos a intentarlo.
Puede
que sea un guión construido sobre la polisemia del lenguaje y el juego del
tiempo, o tal vez unos actores tremendamente naturales, o puede que la culpable
sea la luz, elegante y poética, o la original escenografía. Quizá sea la suma
de todo ello. O quizá algo más. Un hilo invisible capaz de tejer todos estos
elementos sin que se noten las costuras.
Sea
como fuere a nosotros no nos queda más que callarnos, felicitar a la compañía y
sumarnos a las palabras de su directora: “Ojalá algún día certámenes como éste
ya no tengan razón de ser porque hombres y mujeres sean efectivamente iguales”.
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